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Revelación de una conciencia desolada


Sus huesudos pómulos no tenían color, las ojeras aún conservaban las huellas de su desesperación y aquellos ojos que normalmente brillaban con luz propia habían sido desenchufados, mirando al vacío y sin el mínimo recuerdo de lo que alguna vez fue una mirada cautivadora.


Habían pasado algunos días, quizá semanas…no lo sabía, se encontraba amarrada de las manos intentando romper a cada estirón las cuerdas que la tenían cautiva, llevándose con ello parte de la piel que apenas se notaba era de un ligero color canela.


¿Por qué nadie la escuchaba? ¿Por qué parecía estar sola en aquel agujero negro?, sentía el movimiento de sus labios, incluso el ardor en su garganta en cada esfuerzo que hacía por gritar, pero nada, ni la más remota muestra de su voz. Era todo, había dejado tantas veces que los demás hablaran por ella, había callado tantos sentimientos y dolores con tal de no quedarse sola que ahora no sabía cómo ni dónde habían muerto sus cuerdas bucales.


De pronto, la cama en la que se encontraba sujeta no se sentía tan blanda, puso cada vez más atención tratando de agudizar los únicos sentidos que le quedaban y no tardó mucho en darse cuenta de que la espalda le quemaba, sentía cómo finas y puntiagudas puntas atravesaban su torso, fracturando cada una de sus vértebras y desgarrando los músculos.


Un soplido, dolor en el pulmón, una bocanada de aire y su garganta explotaría, intentar voltear la cabeza y mirar dos puntos diferentes de la habitación era imposible y mover sus pies o intentar levantarse, ni se diga. No estaba sujeta de los tobillos, los tenía libres, pero algo le decía en su interior que no lo intentara, de todas formas, nunca había sido buena huyendo de nada.


¿Cuantas heridas soportaría su cuerpo?, no faltaría mucho para que se rompiera, pues su alma se había quebrado mucho tiempo antes. Por favor, que no tarde más, nadie es capaz de soportar tanto, en algún momento se tendrá que dejar vencer y aprender a vivir con las heridas en esa cama de dolor, soportando la agonía de su día a día o intentará huir, a pesar de saber que el primer estirón sólo le duplicarían el sufrimiento, pero con la esperanza de sanar en el futuro.


1, 2, 3, 4, 5,100, 1000… Había aprendido a contar en momentos de estrés, siempre fue buena controlando tiempos, presión, expectativas y comparaciones, pero esta vez no funcionaba. Recuerda, recuerda, sé que en algún lugar de tu cerebro aún existen fragmentos de tus novelas favoritas, si algo podía hacerte sentir bien era leer y luego jugar en tu mente a nombrar 10 títulos de libros y al menos una frase o fragmento de ellos.


“Fue el error de su vida, tal como su conciencia iba a recordárselo a cada hora de cada día, hasta el último día”, creo que este no es el momento de citar a Márquez.


Justo en el momento en el que comienzas a distraerte del dolor…PUM, ¿Qué es eso? Que revelación más grande, todo este tiempo tratando de alejarte del dolor y arriba se encuentran cada uno de tus errores, un enorme y pesado yunque que amenaza con caer justo sobre tu pecho.


Muévete, levanta poco a poco tu cabeza, separa a carne viva tu espalda de los clavos que atraviesan tus pulmones, intenta morder y rasgar las vendas que con mucha fuerza cortan la circulación de tus muñecas. ¡Corre!, separa una a una tus piernas largas y úsalas para salir de aquí.


¡Corre! ¡Por favor, sal del hoyo en el que decidiste meterte! Tienes que comprender, nadie te raptó, no estás aquí contra tu voluntad, ¡tú tienes el poder!


La soga comienza a romperse y aunque mi voz retumba con eco en cada parte de la recámara, no puedo hacer nada. Te veo, me veo y no logro convencerte, porque hay veces que el amor es más poderoso que tu propio sentido de supervivencia, porque es tan fácil vivir en un mundo de dolor, creyendo que no mereces nada mejor, que todo lo que tienes es parte de la vida misma, incluso el sufrimiento.


Quizá tenía que ser así, no puedo ayudarte porque, aunque soy la parte de ti que te necesita en pie, sin voluntad lo único que me queda es verte morir, verte pudrir en el frío y espeso ensimismamiento que tienes, en el conformismo y menosprecio que creaste para ambas.


Todas las cosas que te lastimaron y callaste, todas las pequeñas traiciones que pasaste por alto y ese amor que te fue consumiendo noche a noche con el sopor de los reclamos, las mentiras, los esfuerzos mal agradecidos y ese aire oscuro de culpabilidad mal infundado.


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